mañana

 Domingo, 6 de noviembre. 

Y empiezo el día escribiendo. Sentía un sopor en la cabeza de no poder dormir más. Las ganas de buscar productividad después de haber estado compartiendo la felicidad de alguien más me acechan. Me soñé con mis amigos de la casa. Di vueltas en la cama cien veces, a veces con frio, otras con calor. Otras con sed, otras con pesadez. Otras despertándome, mirando el reloj y sabiendo que podía dormir más. Pero sin ver la hora de que mi alarma sonara y me pudiera parar del todo. 

La dinámica de vida siendo estudiante en un campus universitario es muy diferente. Hay mucha independencia implicada. Muchas decisiones, pero al mismo tiempo todo está diseñado para que esas decisiones sean lo menos frustrantes posibles. Algún estudiante lejos de casa podría perfectamente tener su rutina de ir a su cuarto, gimnasio, tener todo organizado, ir a comer a la cafetería con un sistema de pases que ya está establecido, y calculado para no tener que pensar en la plata. Para mí es más incierto pero igual de bueno. Me ha tocado decidir más, moverme más, ser nómada en mi propio ambiente y dejar ciertas comodidades y conveniencias de lado. Pero al mismo tiempo estoy muy bien parada. 


Este fin de semana estuve en la casa de unos ex-alumnos de la universidad. Me inspiró de tranquilidad entender el amor que le tienen y lo agradecidos que están con lo que Emory les dejó a cada uno para la vida. En su casa me sentí en la mía, y me acordé de lo lindo que tiene la hospitalidad. Ayer en una taquería de Inman park, Pure Taco, con buen ambiente y mucho ruido del bar, la emoción de la gente viendo a Georgia State jugando contra Southern Miss. Una enfermera que no me oía nada, por su audición en deterioro, me preguntó 5 veces que qué estudiaba. 

Hoy estuve en una charla, como parte de mi voluntariado de paz. Hablamos con la gente que forma esta comunidad pluridimensional, ética, religiosa. Oí la presentación de Tenzin Rabga, un monje tibetano que hace parte de un fellowship de dos años en ciencias. Me gustó entender la disciplina, el rigor, la vocación y la cultura de respeto y aprendizaje que tiene la vida monástica. Es algo que respeto mucho. 

Por la tarde estudié, por la noche estuve en una comida con otra ex-alumna, y empleada en la universidad. Prototipo gringo, una señora muy agradecida con la vida y con las oportunidades que le ha dado la red de ex-alumnos, las conexiones que ha formado con su comunidad, y muy dispuesta a ayudarme a encontrar a mi red de apoyo en la universidad. No fue hasta que hablé con ella que se sentí que mis relaciones con mis mentores han sido hasta el momento algo utilitarias... y que hay mucho más allá. 

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