La vida
Hace un par de días se murió una amiga mía. Amigas de esas con las que uno no habla todos los días, pero que en el colegio llegamos a ser muy cercanas. Cuando entré a primero, me acuerdo que ella fue mi buddy, la que me hizo la inducción. Pasamos un día entero juntas, yo en mi sudadera de transición, sentada en el escritorio de su clase, que sería mi escritorio para el año siguiente. Ella con su uniforme de corbata de Beatty y falda, y me dijo, feliz, que su mamá era la enfermera del colegio.
Dos años después, empecé a madrugar a Basket a las 5:30am. Me iba en el bus de bachillerato para llegar a las canchas frías del Covered Area, con las manos secas rebotando los balones de basket– destemple máximo. Vale estaba en el equipo. Desde ese momento nos volvimos super cercanas. Me hacía reír mucho, me apoyaba en los partidos, era la primera en chocarme la mano cuando metía un tiro libre, y siempre estaba pendiente de mí.
Siempre me hizo sentir incluida, especialmente cuando era la única chiquita en el equipo de juvenil. Ella realmente vivió su vida, siendo una niña ejemplar en el colegio, esforzándose, destacándose, pero con humildad. Nunca la vi brava con alguien. Siempre sacándole una risa a alguna de sus amigas.
De un momento a otro, la vida se puede acabar. Sin explicación, sin preferencias. La muerte se lleva al que sea, no discrimina, no escoge. Me trae felicidad saberlo: Vale vivió su vida al máximo. Se fue de intercambio, hizo un año sabático increíble. Me trae tristeza no haber hablado con ella hace un rato. Me rompe el corazón pensar en su familia. Si yo estoy triste no me imagino los demás. Agradezco por mi vida, y me he puesto a pensar en cómo vivirla mejor, cómo ser más intensional, y cómo vivir cada vida pensando en la mínima probabilidad de que podría ser el último. Creo que la parte que más me asusta es que uno no sabe que es su último momento hasta que algo pasa.
Después de pensarlo, me di cuenta de que todos los días toca agradecerle a la vida, estar pendiente de sus amigos, valorarlos el triple, no estar ausente. Ser partícipe de nuestra propia vida, armar una historia que nos encante, y vivirla sin esperar a ser mayores, al momento dado en que nos graduemos o lleguemos a cierto punto.

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